Ácido acético y acidez volátil

Miura Micro

Ácido acético y acidez volátil

Similitudes, diferencias y métodos de medición

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

Introducción

El ácido acético es un ácido orgánico de cadena corta, que presenta un aroma característico a vinagre, produc­to del cual forma parte en concentraciones relativamen­te elevadas (40­60 g/L). Es solo uno de los varios ácidos que forman parte de la composición química del vino: a la suma de todos ellos se la conoce como acidez total, parámetro fundamental para saber si un vino tendrá suficiente cuerpo, si estará equilibrado y si podrá ser sometido a procesos de crianza. La acidez total es, a su vez, la suma de otros dos tipos de acidez: la fija y la volá­til. La acidez fija es, de manera resumida, la suma de todos aquellos ácidos que, cuando el vino es sometido a calor, no se evaporarán. A este grupo pertenecen los áci­dos tartárico, málico, láctico y cítrico. Su presencia se nota de forma característica a través del paladar. Por otra parte, la acidez volátil es aquella que se desprende­rá del vino al calentarlo. A este apartado pertenecen los ácidos acético, propiónico y butírico, entre otros. El ácido sórbico, el dióxido de carbono y el dióxido de azu­fre también son volátiles, pero no deben tenerse en cuenta durante la determinación de la acidez volátil. A diferencia de la acidez fija, la acidez volátil generalmente se nota en forma característica a través de la nariz.

Miura Micro

FOTO: Miura Micro.

En términos generales, se puede considerar que el ácido acético y sus sales son responsables de entre un 95 al 99% de la acidez volátil. De aquí que usualmente se oiga hablar de ambos parámetros indistintamente, aunque químicamente esto sea erróneo. Por otro lado, cuando se habla de sales del ácido acético, se suele referir más específicamente al acetato de etilo, originado por la esterificación del ácido acético con el etanol presente en el vino, y que tiene una fuerte influencia sobre el aroma.

El contenido normal de ácido acético para un vino ronda los 0,60 g/L, mientras que su presencia comienza a notarse por encima de 0,70­0,80 g/L. La legislación local de cada país es la que determina los niveles máximos de ácido acético aunque, a modo de referencia, la OIV ha establecido límites de acidez volátil de 1,20 g/L excepto para vinos con condiciones particulares de producción o de crianza. Por otro lado, si bien el acetato de etilo apor­ta poco a la medida de la acidez volátil (existe 1 parte cada 5­10 partes de ácido acético), tiene grandes conno­taciones en el aroma del vino debido a su bajo umbral de detección (0,08 g/L) y a que en altas cantidades aporta aromas desagradables a pegamento o adhesivos.

Por todo esto, muchos historiadores del vino consideran que la determinación de la acidez volátil y el ácido acéti­co ha sido el primer parámetro de calidad instituido por la industria vinícola. Pero, antes de entrar en los méto­dos de determinación, será necesario entender cómo llega el ácido acético a ser un componente del vino.

Producción del ácido acético

Por lo general, el ácido acético no suele estar presente en las uvas sanas. Sin embargo, en aquellas bayas “tocadas” sí que pueden existir concentraciones detectables por lo cual puede transformarse en un parámetro indicador de la cali­dad y estado sanitario de la uva al entrar en bodega. Los racimos que han sufrido rupturas de la piel, bien sea por el granizo o por la acción de aves y/o insectos, pueden verse infectados en la pulpa por diversos hongos y bacterias. Así, en racimos afectados por Botritys, se han detectado pobla­ciones anormalmente altas de bacterias acéticas como Gluconobacter y Acetobacter, que utilizan el etanol generado como fuente de carbono, oxidándolo a ácido acético.

La mayor parte del ácido acético presente en el vino se produce durante la fermentación alcohólica, siendo sub­ producto del metabolismo de las levaduras durante la transformación de los azúcares en etanol. En pocas pala­bras, no es posible fabricar vino sin generar algo de ácido acético. Este proceso es particularmente intenso al inicio de la fermentación y luego, otra vez, sobre el final de la misma. Está comprobado que el ácido acético, junto con el glicerol, son producidos por el metabolismo de Saccharomyces cerevisae para mantener equilibrado el balance redox, como respuesta frente a situaciones de estrés hiperosmóti­co (debido a altas concentraciones de azúcares). Aunque los niveles de ácido acético generados son normalmente inferiores a 0,40­0,50 g/L, el contenido exacto puede variar bastante en función de: la cepa de Saccharomyces, la tem­peratura, el nivel de azúcares, el nivel de nitrógeno disponi­ble, la adición de vitaminas y el pH.

Hay otros mecanismos de producción de ácido acético relacionados con el crecimiento no controlado de deter­minados microorganismos capaces de producirlo en can­tidades considerables. Dentro de ellos, se pueden encon­trar bacterias acéticas aerobias del género Acetobacter o Gluconobacter, bacterias lácticas como Oenococcus y poblaciones de levaduras como Picchia, Candida, Kloeckera, Dekkera o Brettanomyces (particularmente en condi­ciones aerobias). Para poder combatir estos microorganis­mos es necesario reforzar las tareas de higiene y desinfec­ción en la bodega, además de aplicar protocolos con SO2 y vigilar parámetros fundamentales como pH y tempera­tura. Además, se ha de tener en cuenta que las bacterias acéticas son aerobias, es decir que para crecer necesitan de la presencia de oxígeno. En estos casos, un correcto manejo de las aportaciones de oxígeno durante el proce­so será fundamental para mantener los valores de acético y volátil dentro de los márgenes tolerables. Durante la fer­mentación alcohólica es sencillo desplazar el oxígeno gra­cias a la producción de CO2, pero luego debe mantenerse el aporte en los niveles más bajos posibles.

Siguiendo con el proceso de fabricación de un vino, las bac­terias lácticas pueden contribuir a subir el nivel de acético en el vino mientras se desarrolla la fermentación malo­lác­tica. Durante la descarboxilación del ácido málico a láctico, las bacterias lácticas heterofermentativas como Oenococcus oeni o Lactobacillus plantarum pueden producir ligeras cantidades de acético en el orden de 0,05­0,30 g/L, a partir de pequeñas cantidades residuales de glucosa. Los niveles finales dependerán del uso de bacterias comerciales o nativas y de la competencia entre estos microrganismos.

Finalmente, en el período de almacenamiento del vino, este tampoco estará a salvo de sufrir aumentos en la concentración de ácido acético. Cualquier población de bacterias acéticas que haya podido sobrevivir a la fermentación alcohólica y maloláctica puede encontrar las condiciones necesarias para cre­cer y generar ácido acético a partir de la oxidación del etanol. En estos casos será necesario reducir al máximo los aportes de oxígeno que puedan venir de las diferentes operaciones de trasvase, clarificación, trasiegos, crianza en barrica, filtración y embotella­ do. Será importante, por tanto, reducir las maniobras con el vino, evitar la utilización de tanques de alma­cenamiento y barricas que presenten aire en los espacios de cabeza, utilizar gases inertes para despla­zar el oxígeno siempre que sea necesario y tener un embotellamiento eficiente que reduzca el aporte de oxígeno.

¿Cuándo y cómo medir el ácido acético?

Como se ha visto, los niveles de ácido acético pueden dispararse en cualquier momento del proceso de pro­ducción. Por lo tanto, es aconsejable medir este paráme­tro al menos en los siguientes casos:
• Después de la fermentación alcohólica.
• Después de la fermentación maloláctica.
• Durante las paradas de fermentación.
• En forma periódica, durante el almacenamiento del vino.
• Cuando los tanques no están llenos completamente.
• Cuando se observa la presencia de un biofilm (de bacterias o levaduras).
• Antes del embotellado.

Conviene llevar un registro de todos estos valores, para poder detectar y solucionar un problema de forma rápi­da y eficaz.

En el momento de llevar a cabo la determinación, los laboratorios más tradicionales se suelen decantar por medir la acidez volátil, mientras que en los más moder­nos se ha impuesto la medición de la concentración de ácido acético.

Medición de la acidez volátil

Para medir la acidez volátil, se suelen utilizar destiladores de vidrio donde el calentamiento se efectúa de manera indirec­ta usando vapor de agua. Para llevar a cabo correctamente la medida es necesario, en primer lugar, quitar el dióxido de carbono de la muestra. También se deberá determinar de manera separada la contribución a la acidez del dióxido de azufre libre y combinado que pudiera destilarse junto con los ácidos volátiles, del ácido sórbico presente (si se hubiera agregado al vino durante el proceso de fabricación) y del ácido salicílico (si se utilizó como conservante de la muestra de vino). En cuanto al agua para generar el vapor, se debe tener cuidado que sea destilada y libre de dióxido de carbo­no. Respecto al equipo para destilar la muestra, consta bási­camente de un generador de vapor, un balón para la mues­tra, una columna de destilación y un condensador. No cual­quier equipo puede ser utilizado, según la OIV éste debe pasar por 3 tipos de test perfectamente detallados en la nor­mativa (OIV­MA­AS313­02) para asegurar que:

• El vapor de agua esté libre de dióxido de carbono, para lo cual se procede a destilar una muestra de agua hervida.
• Se recupera al menos el 99,5% del ácido acético, para esto se destila una muestra de solución de ácido acético 0,1M.
• No más de un 0,5% del ácido láctico es destilado en la muestra, para lo cual se lleva a cabo una destilación de una muestra de solución de ácido láctico 1M.

De acuerdo a la normativa OIV, se debe utilizar un volu­men de muestra de 20 mL de vino acidificado con 0,50 g de ácido tartárico, debiendo recuperarse unos 250 mL de destilado (aproximadamente 6 minutos). Este destilado debe ser luego valorado utilizando una solución de hidró­xido de sodio (0,1 M) y fenolftaleína como indicador.

Este tipo de métodos suelen ser tediosos y lentos, y pueden tener varias fuentes de error debido a fugas en las uniones, pérdidas de muestra y otros errores operativos. Sin embar­go, en muchos países, está adoptado como método oficial y además está muy extendido en bodegas.

DE-2000

FOTO: Destilador DE 2000.

DE-Cooler

FOTO: Refrigerador de agua DE-Cooler.

Una solución rápida y automatizada para este tipo de aná­lisis sería utilizar un destilador automático como el DE­2000 comercializado por TDI, de máxima fiabilidad. Además, para aquellos usuarios preocupados por el consumo de agua necesaria para la refrigeración, existe la posibilidad de agregar una unidad de refrigeración de circuito cerrado como el DE­Cooler, ofrecido también por TDI, que permite operaciones de trabajo más respetuosas y sostenibles con el medio ambiente.

Medición del ácido acético

La irrupción de los analizadores automáticos ha modificado la forma de controlar la calidad de un vino. La tecnología dis­ponible hoy en día permite analizar varios parámetros sobre un gran número de muestras en muy poco tiempo.

Miura One

FOTO: Analizador Miura One.

Miura 200

FOTO: Analizador químico Miura 200.

Miura 200 2 brazos

FOTO: Analizador químico Miura 200 2 brazos.

A modo de ejemplo, la gama de analizadores Miura de TDI propor­ciona soluciones de análisis que van desde las 60 hasta las 220 determinaciones por hora, aumentando la eficiencia y reduciendo costes en el laboratorio. Después de muchos años, la determinación de ácido acético en muestras de vino comienza a ser observada como el método más económico y fiable de poder controlar la evolución del vino, incluso siendo avalada por distintas organizaciones.

El método de medición se basa en la acción de un grupo de enzimas que, de forma selectiva y muy específica, reaccionan con el ácido acético generando un cambio en la absorbancia a 340 nm, el cual es fácil de monitori­zar a través de un detector. Con la ayuda de una calibra­ción previa con patrones de concentración conocida, es posible determinar rápidamente la concentración de ácido acético en una muestra de vino incógnita.

En el inicio del desarrollo de estas técnicas, los kits enzimá­ticos para la determinación de ácido acético estaban com­ puestos por un gran número de enzimas y cofactores liofili­zados que debían resuspenderse en tampones y que tenían una estabilidad relativamente baja. Todo esto hacía el análi­sis enzimático poco práctico y tedioso. Gracias a la inversión en I+D realizada por TDI desde sus inicios, hoy en día estos kits se presentan en formato líquido, con una alta durabili­dad y con reactivos de trabajo sencillos de preparar y con estabilidad ampliamente mejorada. Estas prestaciones, sumadas a la existencia de patrones multiparamétricos esta­bles y a la disponibilidad de muestras vínicas de referencia forman una combinación indispensable para asegurar y mantener la calidad de las mediciones. Es por estas razones por las que el kit de Ácido Acético de TDI es año tras año el top de ventas y el parámetro más evaluado en todas aque­llas bodegas que confían en nuestros productos.

TDI se caracteriza por proveer la mejor solución analíti­ca, a la medida de cada bodega y laboratorio enológico, y el mejor servicio y atención al cliente. Si tiene alguna necesidad analítica y desea saber cómo resolverla, comuníquese con nosotros vía email (info@t­-d­-i.es), redes sociales o a la web www.tdianalizadores.com y juntos podremos encontrar la mejor solución.

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Enolución

Haciendo fácil el trabajo del enólogo

Haciendo fácil el trabajo del enólogo

Botrytis: evolución histórica de su determinación y efectos sobre los trabajos en el mosto

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

Si bien durante mucho tiempo, las necesidades analíticas del vino se confiaban al buen sentido y la sensibilidad del enólogo, en la actualidad se requieren técnicas analíticas que aporten rigurosidad y fiabilidad. Asimismo, en determinadas ocasiones, es necesario tener una respuesta analítica rápida para poder tomar decisiones con celeridad y, llegado el caso, ejecutar las acciones correctivas necesarias. En estos casos, la externalización de los análisis de laboratorio resulta contraproducente, teniendo en cuenta los plazos actuales de entrega de resultados (24-48 horas). Este tiempo de espera afecta negativamente en la estructura de costos de una bodega, cuando la falta de ejecución de una acción determinada conlleva a que el vino se estropee o se vea menguada su calidad y, por tanto, su precio.

Ahora bien, muchos enólogos se preguntan en qué puede ayudar un sistema analítico propio a la bodega. Y la respuesta es muy sencilla: los analizadores aportan información muy valiosa para el profesional, desde la vendimia hasta el embotellado, facilitando la gestión del día a día de la bodega, la optimización de los procesos productivos y la reducción de costos, generando así un círculo virtuoso de decisiones basada en información fiable y rápida. Además, el avance de la tecnología permite que hoy un único analizador pueda determinar varios parámetros a la vez, con mínima intervención del personal y ocupando un espacio reducido.

Es correcto decir que las necesidades analíticas comienzan ya en el viñedo. La determinación del momento óptimo de vendimia, requiere de un seguimiento de los niveles de Azúcares, Acidez y Polifenoles, con el objetivo de encontrar el delicado equilibrio entre la madurez tecnológica y la madurez fenólica, que aportará la máxima expresión al vino.

Con la uva ya recogida y en la puerta de la bodega, es cada vez más necesario discriminar la materia prima en función de su calidad, de manera de generar mecanismos de pagos basados en precios justos y, a la vez, planificar correctamente los procedimientos a seguir e incrementar el beneficio económico. Así es que, en el momento de la recepción, es posible controlar parámetros de maduración como Azúcares Totales, Ácido L-Málico y Potasio, pero también el estado sanitario de la uva a través del Ácido Glucónico (indicador de Botrytis), el Glicerol (otro indicador de Botrytis) y el Ácido Acético (indicador de una posible contaminación microbiana con fermentación ya iniciada).

El paso siguiente es evaluar la duración e intensidad del prensado, a través de un seguimiento de la extracción de Polifenoles Totales, Antocianos, Catequinas y del Índice de Color. Estos mismos parámetros pueden aplicarse para controlar la maceración de vinos rosados y tintos. Una vez que el mosto está listo para la fermentación alcohólica, se impone hacer un seguimiento estricto de los niveles de Nitrógeno Fácilmente Asimilable. En este aspecto, los analizadores actuales superan en velocidad y seguridad a los procedimientos que utilizaban formaldehído, permitiendo determinar la necesidad de nutrientes a través de la suma del Nitrógeno proveniente de la fracción inorgánica (Nitrógeno Amoniacal) y orgánica (Nitrógeno Alfa-Amínico). Un buen control del estado nutricional del mosto evitará paradas de fermentación por falta de Nitrógeno o la formación de productos peligrosos como el carbamato de etilo por un exceso de Nitrógeno. Además del estado nutricional del mosto, es conveniente realizar un seguimiento del contenido de azúcares fermentables, Glucosa+Fructosa, para conocer con exactitud el punto final de fermentación según el nivel de sequedad necesario. Un final de fermentación para un vino seco se debe determinar de manera precisa para evitar posibles segundas fermentaciones en la botella o contaminaciones microbianas que generen defectos organolépticos. Asimismo, durante la fermentación alcohólica conviene hacer un seguimiento del nivel de Ácido Acético para detectar posibles casos de contaminación bacteriana. En este caso, la utilización de Sulfitos y su correspondiente control, permitirá anular la acción de bacterias y, si fuera necesario, de levaduras nativas, favoreciendo así el accionar de las levaduras de interés. El paso siguiente en la mayoría de los vinos tintos es la fermentación malo-láctica, donde el Ácido Málico se transforma en Ácido Láctico, suavizando la acidez del vino y mejorando las características organolépticas.
El seguimiento se puede realizar de manera fácil y rápida, utilizando la determinación del Ácido L-Láctico (principalmente durante el inicio) y del Ácido L-Málico (para determinar el final). Durante la malo-láctica, será también fundamental controlar los niveles de pH y Sulfitos, para evitar la proliferación indeseada de bacterias acéticas que aumentan el contenido de Ácido Acético y bacterias lácticas que, en caso de quedar azúcares residuales en el vino, pueden transformarlos por fermentación en Ácido D-Láctico.

Una vez acabadas las fermentaciones, será necesario controlar los niveles de Acidez Total, pH, Color, Ácido Tartárico y Polifenoles Totales, junto con la determinación de los iones Calcio, Cobre y Hierro presentes en el vino.

De esta manera, se podrán tomar las mejores decisiones respecto a los protocolos de clarificación, filtración y estabilización que se deberán seguir, de modo de reducir y/o evitar el riesgo de las denominadas roturas o quiebras tartárica, cálcicas, cuprosas y férricas, que impactan negativamente en la valoración del vino.

Acabado todos los procesos de estabilización, llega el momento del embotellado, para lo cual será necesario analizar pH y Acidez Total, para determinar la cantidad de Sulfito que será necesario para mantener niveles adecuados tanto de Sulfito Libre (que es el que aporta la protección anti-microbiana) como de Sulfito Total (que tiene implicaciones de tipo legal). También, según el caso, puede ser necesario determinar los niveles de Ácido Ascórbico y Ácido Cítrico, aditivos cada vez más empleados, de manera de asegurar el cumplimiento de las reglamentaciones.

Haciendo fácil el trabajo del enólogo

Llegados a este punto, donde se han detallado las ventajas que proporciona tener un analizador como complemento y ayuda al enólogo, resta saber que, a día de hoy, la inversión necesaria para su adquisición dejó de ser elevada, si se tiene en cuenta el costo de externalización de los análisis y los costos ocultos derivados de la falta de información fiable y rápida (pérdidas de vinos, aparición de defectos organolépticos, merma de la calidad). Como parte de su filosofía comercial, TDI es hoy la única empresa española capaz de ofrecer una amplia gama de analizadores y reactivos químicos, adaptados a la necesidad de cada bodega. Así es posible partir de analizadores semi-automáticos como el Jolly 102, pensado para bodegas con pocas necesidades analíticas, para pasar a la gama de analizadores automáticos Miura. Una familia de analizadores que hoy es más completa que nunca. A los ya conocidos Miura One y Miura 200, pensados para bodegas medianas y grandes, se suman dos nuevos integrantes: el Miura Micro, un equipamiento ideal para pequeñas bodegas con inquietudes analíticas, y el Miura 200 2 Brazos, una máquina de altas prestaciones concebida para grandes bodegas o laboratorios con una alta carga de muestras diarias. Desde el más pequeño al más grande, todos cuentan con la misma fiabilidad y precisión, sumado al apoyo de un equipo de expertos, que hacen de TDI la elección natural a la hora de equipar un laboratorio enológico.

 

AZÚCARES en la enología: tipos, evolución y métodos de medición

AZÚCARES en la enología: tipos, evolución y métodos de medición

AZÚCARES en la enología: tipos, evolución y métodos de medición

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

Excepto en determinados casos, los azúcares presentes en el vino provienen de la uva con la que se elabora. En cada momento, la concentración y la distribución de estos azúcares está en relación directa con el metabolismo de la vid. Durante el desarrollo de la planta se genera sacarosa como fuente de energía para el crecimiento de las hojas y yemas. Pero, en estados posteriores, el metabolismo cambia. Durante el verano, debido a las altas temperaturas y la escasez de lluvias, la planta sufre una parada vegetativa, deja de consumir azúcares y éstos se empiezan a acumular en las uvas. Al principio de la maduración la glucosa es el azúcar predominante, pero al acercarse el punto de madurez de la uva, comienza a subir la concentración de fructosa hasta llegar a niveles similares e incluso superiores (relación glucosa/fructosa de aproximadamente 0,95). El contenido final de azúcares en la uva madura varía entre 160-250 g/L, lo cual equivale a un grado alcohólico de entre 9-14%.

Cabe aclarar que los azúcares son el alimento de las levaduras durante la fermentación y el resultado de la quema de este combustible es el alcohol etílico. Por tanto, a mayor cantidad de azúcar mayor contenido alcohólico probable. De ahí que el contenido de azúcares sea uno de los parámetros fundamentales para evaluar la calidad de la uva. Por citar un ejemplo, este año en Castilla-La Mancha sólo se aceptará uva de vinificación con un contenido superior a 9º Baumé, equivalentes a unos 150 g/L de azúcares. El resto de uvas con contenidos inferiores sólo podrán ser destinadas a la elaboración de mosto, vinagre o a la destilación.

TIPOS DE AZÚCARES PRESENTES

Ya entrando en la parte química, los azúcares de la uva se pueden agrupar en dos grandes familias: las hexosas y las pentosas. La particularidad de las hexosas es que son los únicos azúcares capaces de ser fermentados por las levaduras. A esta familia pertenecen la glucosa y fructosa, que conforman alrededor del 96% de los azúcares de la uva.

AZÚCARES en la enología: tipos, evolución y métodos de medición

Por otro lado, las pentosas no pueden ser fermentadas por las levaduras y pasarán a formar parte del azúcar residual del vino. Algunas pentosas presentes en el mosto son la arabinosa, la ribosa y la xilosa. Además de estas dos familias también es posible encontrar sacarosa, un disacárido formado por glucosa y fructosa. La sacarosa es un componente minoritario del azúcar de uva y una vez en el mosto se hidroliza rápidamente a glucosa más fructosa, para luego ser convertida en alcohol por las levaduras presentes. En algunos países y en algunos procesos especiales de producción está permitido el agregado de azúcares al mosto de uva para aumentar la graduación alcohólica final del vino. En el vino, este proceso se denomina chaptalización y está aprobado por la Unión Europea en aquellas zonas de clima frío donde es difícil que la uva llegue a su madurez óptima y se puedan obtener vinos de graduación adecuada. El azúcar que se agrega puede provenir de caña o de remolacha (en estos casos, se trata principalmente de sacarosa) o de mostos concentrados (que poseen el mismo tipo de azúcares que la uva). En los procesos de producción de vinos espumosos, también existe un agregado de azúcares al vino base, una manera de favorecer una segunda fermentación ya sea en botella (método tradicional o Champenoise) o en grandes tanques (método Charmat).

CANTIDAD DE AZÚCARES PRESENTES EN UN VINO

Como se dijo anteriormente, durante la fermentación alcohólica las levaduras van consumiendo los azúcares, pero lo hacen con una cierta preferencia por la glucosa frente a la fructosa. En un determinado momento, la fermentación alcohólica se detiene (por vía natural o por influencia del enólogo) y en el vino queda una cierta cantidad de azúcares sin consumir. Según la cantidad de estos azúcares remanentes los vinos se pueden clasificar como:
– Secos: menos de 4 g/L.
– Semisecos: de 12 a 18 g/L.
– Semidulces: de 18 a 45 g/L.
– Dulces: más de 45 g/L.

Cabe decir que la gran mayoría de vinos tranquilos no supera los 2 g/L.
También existen otro tipo de preparaciones vínicas además de los vinos tranquilos: vinos espumosos, generosos, dulces y otras vinificaciones especiales. Cada uno de ellos presenta contenidos de azúcares en cantidad y calidad muy diferentes. A modo de ejemplo, para los vinos espumosos la clasificación en función de la cantidad de azúcares remanentes es la siguiente:
– Brut Nature: menos de 3 g/L, sin azúcar añadido.
– Extra Brut: menos de 6 g/L.
– Brut: menos de 12 g/L.
– Extra Seco: de 12 a 17 g/L.
– Seco: de 17 a 32 g/L.
– Semiseco: de 32 a 50 g/L.
– Dulce: más de 50 g/L.

CONCEPTOS Y DEFINICIONES ANALÍTICAS

Antes de continuar con los métodos de análisis existentes, para determinar el contenido de azúcares, es necesario introducir definiciones y conceptos claves a la hora de entender las diferencias entre las distintas metodologías. Para esto seguiremos el convenio establecido por el International Wine Technical Summit, que es más esclarecedor en su terminología que el compendio de la OIV. Según este comité se definen los siguientes conceptos:

Azúcares reductores: son azúcares que presentan una funcionalidad química de tipo aldehído o cetona. Dentro de esta clasificación se puede incluir a la glucosa, la fructosa, las pentosas, pero no a la sacarosa. En ningún momento debe confundirse este concepto con el término sustancias reductoras.

Azúcares residuales: incluye a todos los azúcares capaces de ser fermentados por las levaduras, incluyendo las hexosas y la sacarosa. También se suelen denominar Azúcares fermentables. Usualmente, cuando se habla de azúcares residuales en el vino se hace referencia a la suma de los contenidos de glucosa y fructosa (que son azúcares reductores) más la sacarosa (que no es un azúcar reductor). Esta última suma suele recibir también el nombre común de Azúcares totales.

Sustancias reductoras: son todas las sustancias que reaccionan frente a un determinado agente oxidante, incluye la glucosa y la fructosa, pero también oligosacáridos y otras materias que no son azúcares (como taninos y polifenoles).

Carbohidratos no fermentables: este concepto incluye a las pentosas, los polisacáridos y otras sustancias que interaccionan con los carbohidratos (como pectinas, taninos, pigmentos).

Con los conceptos ya definidos será más fácil explicar y comprender las similitudes y diferencias entre los distintos métodos de análisis comúnmente empleados en bodegas y laboratorios enológicos.

MÉTODOS ANALÍTICOS PARA LA DETERMINACIÓN DE AZÚCARES

Refractometría

Un refractómetro es un instrumento óptico que permite determinar la concentración de sólidos disueltos en función del índice de refracción del mosto a 20oC. En el caso de los azúcares se suele emplear la escala Brix, donde 1 grado Brix corresponde a una solución de 1 gramo de sacarosa en 100 gramos de agua. A través de la utilización de tablas ampliamente conocidas, se pueden encontrar las equivalencias entre grados Brix, contenido de azúcares, masa volumétrica y grado de alcohol probable. En cuanto a tipos de refractómetros se refiere existe un sin número de posibilidades: desde el tradicional refractómetro portátil (ideal para transportar del campo a la bodega) pasando por refractómetros de sobremesa, de versión digital, automáticos con pasamuestras y los que vienen integrados a las estaciones de medida de los puntos de recepción. Su utilización es muy sencilla y no reviste mayor dificultad. Sin embargo, su uso oficial como método de tipo I se encuentra limitado a la determinación de azúcares en uva, mostos, mostos concentrados y mostos concentrados rectificados (OIV-MA-AS2-02).

Se debe tener en cuenta que, por el tipo de principio físico en que se basa la medida, se determina la influencia de todos los sólidos solubles presentes en la muestra (sean azúcares, sales, proteínas, ácidos, etc.), pero se calibra frente a una solución de sacarosa. Sus resultados, por tanto, no son tan específicos como los de otros métodos.

Métodos químicos

El método químico oficial aceptado por la OIV de tipo IV (OIV-MA-AS311-01A) es válido para la determinación de las sustancias reductoras. Es importante esta distinción ya que en el año 2019 se decidió sustituir el término azúcares reductores. Se basan en la reacción de los grupos cetona o aldehído de los azúcares con una solución alcalina de una sal de cobre (II) en caliente. Una vez el cobre (II) oxida a los azúcares, el exceso de este metal se determina por iodometría, después de añadir ioduro de potasio en exceso en medio ácido. Este tipo de métodos presenta interferencia de compuestos distintos a los azúcares y también del color. Para eliminar las posibles interferencias, se requieren etapas previas de decoloración y clarificación del vino, según sea el caso. Además, si la concentración de azúcares de la muestra es superior a 5g/L, será necesario realizar una dilución previa para poder llevar a cabo la determinación.

Este método, tedioso y de larga duración en tiempo, fue la técnica predilecta durante muchos años ante la falta de mejores opciones. A día de hoy, en algunos países sigue siendo el método oficial para la determinación de azúcares. Sin embargo, aquellos países que han adoptado los lineamientos de la OIV comienzan a desistir de su uso, fundamentalmente porque los resultados que brinda son mayores que la cantidad real de azúcares fermentables, lo que dificulta conocer con exactitud el final de fermentación.

MÉTODOS ENZIMÁTICOS

Son métodos ópticos basados en la medida selectiva de la concentración de un compuesto por medio del empleo de enzimas específicas que catalizan (aceleran) una determinada reacción. En el avance de esta reacción enzimática aparecen y/o desaparecen compuestos que son fácilmente monitoreados a través de un espectrofotómetro UV-Vis. Los métodos enzimáticos más empleados son para la determinación de la glucosa, de la glucosa más la fructosa y de la glucosa más la fructosa más la sacarosa. Esta última determinación, en particular, suele recibir el nombre de Azúcares totales, ya que se corresponde a los azúcares fermentables presentes en el mosto. Si bien en un comienzo los kits enzimáticos constaban de varios ingredientes y se debían preparar diariamente debido a su baja estabilidad, hoy en día la mayoría de ellos constan de dos reactivos líquidos bien diferenciados y prontos al uso con estabilidades de al menos 18 meses desde la fecha de fabricación. Además, a día de hoy, cada vez más bodegas y laboratorios utilizan analizadores químicos automáticos, que se encargan de automatizar los pasos de dispensación de reactivos y muestras, seguimiento de la reacción química y cálculo de la concentración del parámetro de interés. De esta manera, se gana en optimización del tiempo del analista y del consumo de reactivo, con la consiguiente reducción de los costos analíticos, y se mejora la seguridad e higiene del personal que debe manipular los reactivos. La principal ventaja de los métodos enzimáticos respecto a otras alternativas es su especificidad, lo cual evita todo tipo de interferencias. Además, su rango de linealidad (hasta 6 g/L), lo hace ideal para la determinación de los azúcares residuales y del punto final de fermentación alcohólica. Para concentraciones más elevadas, una dilución correctamente hecha (en forma manual o automática con un analizador) asegura que las determinaciones se hagan dentro del rango ideal del kit. En caso de requerir más precisión en el final de fermentación, se pueden realizar adaptaciones para que sea posible determinar con precisión diferencias del orden de 0,02 g/L; aspecto muy interesante, ya que cuanto más cerca de la sequedad se esté, menores riesgos microbiológicos o de posibles fermentaciones en botella tendrá el vino.
Cabe decir que ya hace unos años la OIV acepta ampliamente este tipo de métodos, siendo elevados al rango de método de tipo II, con lo cual son el método oficial de determinación de azúcares residuales y el que más ampliamente está siendo aceptado en los países del viejo mundo vinícola. Al respecto se pueden consultar las normativas OIV-MA-AS311-02 (para la versión manual) y OIV-MA-AS311-10 (para la versión referida a analizadores automáticos secuenciales).

MÉTODOS CROMATOGRÁFICOS

La utilización de la cromatografía líquida de alta eficacia (HPLC) está contemplada en la OIV en su normativa OIV-MA-AS-311-03 como un método de tipo II para la glucosa y la fructosa y de tipo IV para la sacarosa. Una de las ventajas de esta técnica es que pueden determinarse simultáneamente los diferentes azúcares presentes en el mosto o vino (incluyendo los compuestos minoritarios), por lo que permite conocer lo que se denomina como reparto de azúcares.

Si bien es un método que analíticamente es muy fiable y selectivo, su gran desventaja es el elevado costo de adquisición de los equipos y la preparación que debe tener el analista para poder hacer un uso correcto de ellos. Estos dos puntos limitan la adopción generalizada de esta técnica en la gran mayoría de bodegas.

MÉTODOS FTIR

Este tipo de métodos se basan en la interacción de la radiación infrarroja con la muestra. A partir del espectro resultante, y con el uso de herramientas avanzadas de quimiometría, es posible conocer la concentración de diversos compuestos químicos de manera rápida y simultánea. En el caso de los azúcares se pueden efectuar diversos tipos de calibraciones en función del parámetro que se desea determinar: glucosa más fructosa, azúcares totales, azúcares reductores. Este tipo de métodos es sumamente útil en bodegas y laboratorios con un alto número de muestras, ya que no requiere de consumo de reactivos. Por otra parte, no es el método ideal para determinar un final de fermentación ya que, a medida que se reduce la concentración de azúcares a valores cercanos al cero, el método comienza a perder sensibilidad.

CONCLUSIONES

Poder determinar el nivel de azúcares presentes en nuestra uva, mosto o vino es fundamental para el control del proceso, ya que es el parámetro determinante de la maduración, del seguimiento de la fermentación y del nivel de sequedad que se alcance en el vino acabado. Por tanto, es de vital importancia conocer las ventajas y limitaciones que tiene cada método analítico a la hora de seleccionar el más adecuado a nuestras necesidades. También es bueno conocer las diferencias que pueden existir en los resultados de uno y otro método en el momento de hacer comparaciones entre técnicas distintas. A modo de resumen, y dada la adopción general de las distintas técnicas, podríamos centrarnos en dos métodos: la determinación de las sustancias reductoras y la determinación de los azúcares residuales. El primer método es de tipo químico, muy laborioso y tedioso, y representa la técnica tradicional que se utilizó incluso para clasificar los vinos y que aún a día de hoy se usa en algunos países como método oficial. Sin embargo, se debe recordar que este método sobreestima la cantidad de azúcares presentes, debido a las interferencias provenientes de azúcares no fermentables y otras sustancias. El segundo método, por su parte, es de tipo enzimático y ofrece como grandes ventajas la rapidez, la posibilidad de automatización y la casi nula presencia de interferencias de todo tipo. De esta manera, pueden determinarse los azúcares fermentables (glucosa, fructosa, sacarosa) de manera sencilla y con un alto grado de precisión, lo cual facilita el seguimiento y la detección del final de fermentación. Este método ha sido el elegido por la OIV para desplazar las viejas técnicas manuales y es el que día a día se va imponiendo en una mayor cantidad de países por su utilidad.

TDI somos proveedores por excelencia de soluciones analíticas a la medida de cada bodega y laboratorio enológico. Ofrecemos una gran variedad de analizadores automáticos y kits enzimáticos dedicados para la determinación de Glucosa, Glucosa+Fructosa y Azúcares Totales.

Más de 30 años de experiencia nos avalan, no lo dudes y ¡súmate a la enolución!

Ácido Pirúvico

Ácido pirúvico

Ácido Pirúvico

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

La conversión del azúcar de la uva en etanol y dióxido de carbono es la reacción bioquímica principal durante la fermentación alcohólica del vino. Sin embargo, las reac­ciones metabólicas secundarias y las interacciones microbianas, también dejan su impronta en la composi­ción final del vino. La composición química del vino determinará su aroma, gusto y sabor, que vendrán influenciados por la variedad de la uva, condiciones geo­ gráficas, la microbiología y el proceso de obtención. De entre todos los compuestos presentes en el vino, los áci­dos orgánicos juegan un rol fundamental en las caracte­rísticas organolépticas del producto obtenido.

Ácido pirúvico
FOTO: Ácido Pirúvico.

La concentración de ácidos en el mosto viene dada prin­cipalmente por el tipo de variedad de uva y su nivel de madurez. La fermentación alcohólica, por su parte, modifica el contenido y la concentración de los ácidos presentes. Los ácidos primarios de la uva son el málico, el tartárico y el cítrico. Durante la fermentación, apare­ cen otros ácidos como acético, láctico, succínico y pirú­vico. Por otro lado, las prácticas enológicas aceptadas permiten incorporar otros ácidos como sórbico, ascórbi­co y sulfuroso (SO2).

El ácido pirúvico se encuentra normalmente en el vino, en niveles muy variables que pueden ir de 10 mg/L a más de 500 mg/L. En términos aromáticos, es responsable de un ligero gusto ácido. No es un ácido constituyente de las uvas, pero se forma como intermediario clave en el proceso de fermentación. Se produce al principio de la fermentación durante la glicólisis, a través del esquema de Embden­Meyerhof­Parmas. Esta etapa metabólica de la levadura, genera piruvato como intermediario para comenzar el ciclo fermentativo y libera energía en forma de moléculas de ATP. El máximo de concentración de pirúvico se obtiene aproximadamente cuando la mitad del azúcar se ha consumido. Por esta razón, los vinos dulces suelen tener altos niveles de pirúvico. En etapas avanzadas de la fermentación, las levaduras utilizan el pirúvico para seguir adelante el metabolismo y formar etanol y dióxido de carbono, oxaloacetato o acético, según las distintas rutas. La producción de pirúvico está favorecida por pH y temperaturas elevadas, además de una frecuente aireación; mientras que la tiamina actúa como inhibidor. Acabada la fermentación alcohólica, el pirúvico acaba de ser consumido durante la fermenta­ción malo­láctica, razón por la cual los vinos tintos sue­len tener bajos valores de pirúvico. Una segunda fer­mentación lenta en botella, por agregado de fuentes exógenas de azúcar, favorece la presencia de pirúvico.

La presencia de ácido pirúvico en vino se ha relacionado con dos efectos importantes en su conservación y enve­jecimiento. El primero de ellos, y más importante, es la capacidad de combinación con el dióxido de azufre. El ácido pirúvico es capaz de unirse al dióxido de azufre en cantidades considerables. Es el segundo mayor respon­sable del SO2 combinado después del acetaldehído, cau­sando la combinación de aproximadamente el 17% del SO2 en vinos blancos y el 12% del SO2 en vinos tintos. Por tanto, en el vino, el nivel de SO2 combinado dependerá de las cantidades de pirúvico y de SO2 agregado. Así, para un nivel promedio de 25 mg/L de pirúvico, existirán 10 mg/L de SO2 combinado para una dosis efectiva de 30 mg/L de SO2 libre. El segundo efecto importante del pirúvico es la capacidad que tiene de reaccionar con las antocianinas presentes en el vino tinto, para formar piranoantocianos del tipo vitisina A, compuestos muy estables que son parcialmente responsable del color típico de los vinos reserva.
Por otra parte, es conocida la importancia del ácido pirú­vico en sidras, donde puede encontrarse en niveles cer­canos a 500 mg/L, y en cervezas, donde se encuentra presente en niveles de 40­100 mg/L con participación en la formación de aromas y sabores.
El trabajo de I+D+i realizado por Tecnología Difusión Ibé­rica S.L. permite sacar hoy al mercado, un kit estable para la determinación de ácido pirúvico en vinos, con reactivos de trabajo de larga durabilidad y confiabilidad.

Ácido L-Ascórbico

Ácido L-Ascórbico

Ácido L-Ascórbico

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

Desde el 2001, la Organización Internacional del Vino y la Viña (OIV) es la encargada de aprobar y redactar el Código Internacional de Prácticas Enológicas, un documento de referencia técnico y jurídico que normaliza los productos utilizados en el sector vitivinícola. El fin último de este compendio es servir de base para establecer las reglamentaciones nacionales y supranacionales necesarias y, al mismo tiempo, ser parte esencial en la promo­ción y facilitación del comercio internacional.

En el mismo año 2001, a proposición de la Comisión de Enología, la OIV aprobó la reglamentación para la utiliza­ción del ácido L­-ascórbico (vitamina C) como aditivo en uvas, mostos y vinos. El ácido L­-ascórbico es un gran reduc­tor químico, lo que lo convierte en un poderoso antioxi­dante. Puede eliminar el oxígeno molecular del mosto o el vino con una velocidad 1.700 veces mayor al dióxido de azufre (SO2). Sin embargo, uno de los varios productos de la reacción de oxidación del ascórbico es el peróxido de hidrógeno (H2O2), que incrementa el poder oxidante. Para evitar estos problemas, es necesario asegurar que existe el suficiente SO2 libre como para consumir el agua oxigenada generada. La acción conjunta de ácido L­-ascórbico y SO2 acelera la protección contra el oxígeno del aire y permite eliminar el H2O2 del medio y mantener la estabilidad microbiana. Algunos autores señalan además al ácido L­ ascórbico como beneficioso para controlar el “pinking”, mientras otros remarcan que un mal uso del mismo puede llevar a casos de pardeamiento del vino blanco durante lar­gos períodos de almacenamiento.

La adición de ácido ascórbico a las uvas antes del estru­jado tiene como función proteger las sustancias aromá­ticas contra la influencia del oxígeno del aire. En este caso, se recomienda su empleo combinado con el dióxi­do de azufre y en dosis que no superen los 250 mg/kg.

Por otra parte, el agregado de ácido ascórbico al mosto inmediatamente después del estrujado permite mante­ner la protección de las sustancias aromáticas frente a la oxidación, limitar la formación de sulfuro de hidrógeno y de tioles volátiles de origen fermentativo y, en acción conjunta con el dióxido de azufre, limitar la producción de acetaldehído durante la fermentación alcohólica. La dosis usada, acumulativa con el tratamiento en las uvas, no debe exceder los 250 mg/L.

Finalmente, el ácido ascórbico puede añadirse al vino acabado para protegerlo de la influencia del aire que modifica su color y sabor. Usualmente, se recomienda que la adición se realice durante el embotellado. Proce­diendo de esta manera, se intenta evitar que el ácido ascórbico se oxide en presencia de aire y que los produc­tos de esa oxidación generen alteraciones de mayor sig­nificancia en el vino. La dosis empleada no debe ser mayor a los 250 mg/L, pero si se ha empleado ácido ascórbico en la uva o el mosto, entonces la concentra­ción final no puede superar los 300 mg/L.

En el Compendio de los Métodos Internacionales de Aná­lisis de los Vinos y de los Mostos aprobado y publicado por la OIV en 2019, figura la determinación de ácido L-ascór­bico mediante técnicas de cromatografía líquida de alta performance (OIV­MA­AS313­22) o mediante espectro­ fluorimetría (OIV­MA­AS313­13A). En ambos casos, se trata de técnicas que requieren de un instrumental costo­ so que muchas veces no está disponible en bodega.

Por esta razón, gracias al desarrollo realizado en Tecno­logía Difusión Ibérica S.L. y con motivo de satisfacer la demanda de sus clientes, ponemos en mercado hoy un kit de determinación química del ácido ascórbico que se adapta fácilmente al analizador automático disponible en bodegas y laboratorios. Este kit estable, con reactivos de trabajo duraderos, se basa en la capacidad reductora del ácido ascórbico de manera que reacciona con sales de tetrazolio (ensayos MTT) en presencia de un trans­portador de electrones adecuado. Con un límite de line­alidad de 300 mg/L y una imprecisión que ronda el ± 4% del resultado, es el kit ideal para dar solución a las nece­sidades analíticas de determinación de ascórbico en bodegas y laboratorios.

Ácido L-Ascórbico

FOTO: Ácido L-Ascórbico.

Química del dióxido de azufre en el vino

Equilibrio esquemático de las formas químicas del SO presentes en el vino.

Química del dióxido de azufre en el vino

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

El dióxido de azufre, anhídrido sulfuroso o simplemente SO2 es el aditivo más ampliamente utilizado en la industria vitivinícola. Su utilización en la industria alimentaria en general, y vinícola en particular, data de la época romana y ha recibido diferentes cuestionamientos a lo largo de la historia. Si bien la ausencia de SO2 en el vino puede generar diversidad de problemas microbianos y pérdidas de aroma y color, una dosis excesiva puede también provocar alteraciones en el aroma y el sabor del vino e incluso podría llegar a ser perjudicial para la salud del consumidor. Los sulfitos son particularmente peligrosos para aquellas personas intolerantes que carecen de la enzima necesaria para su degradación (sulfito oxidasa), pudiendo provocarles dermatitis, urticaria, dolor abdominal, diarrea y vómitos. También es problemático para las personas que sufren de asma, pudiendo generar complicaciones como broncoconstricción y aumentar la gravedad de los síntomas.

A nivel europeo, la ingesta diaria admisible está fijada en 0,7 mg/kg de peso corporal. Por estos motivos, los niveles máximos admisibles de SO2 están determinados por ley en la mayoría de los países. En el caso de la Unión Europea, el Reglamento Delegado 2019/934 de la Comisión marca los contenidos máximos en SO2 permitidos, como se muestra en la Tabla 1.

TABLA 1. Contenidos máximos de SO2 Total (mg/L) permitidos en la UE.
Tabla 1. Contenidos máximos de SO2 Total (mg/L) permitidos en la UE.

En el caso de vinos ecológicos, el Reglamento de Ejecución 203/2012 de la Comisión fija que, cuando el contenido de azúcar residual es menor a 2 g/L, los límites son de 100 mg/L SO2 para tintos y 150 mg/L para blancos y rosados. Para el resto de vinos, se debe reducir en 30 mg/L el límite máximo mostrado en la Tabla 1. Los vinos secos biodinámicos certificados por Demeter tienen un límite fijado en 70 mg/L SO2 para tintos y 90 mg/L para blancos y rosados. Para vinos naturales secos, los límites están fijados en 30 mg/L SO2 para tintos y 40 mg/L para blancos y rosados (según la Association des Vins Naturels, de Francia). Por otra parte, la legislación actual de etiquetado de productos vitícolas obliga a declarar la presencia de SO2 cuando las concentraciones son superiores a 10 mg/L en términos de SO2 Total.

La tendencia actual a la reducción de los niveles de SO2 hace que en el mercado se puedan encontrar vinos sin sulfitos añadidos. Sin embargo, esto no implica que no contengan sulfitos en absoluto. De hecho, es muy difícil obtener un vino sin sulfitos. Esto se debe a que la propia levadura responsable de la fermentación alcohólica produce naturalmente SO2 y lo libera al medio. La uva absorbe, a través de la raíz, los sulfatos provenientes del suelo. En ausencia de oxígeno, las levaduras pueden reducir los sulfatos del mosto: en una primera etapa a sulfitos y en una segunda etapa a sulfuros, necesarios para la síntesis de aminoácidos azufrados. En algunos casos, la enzima responsable de reducir los sulfitos se altera, por tanto, éstos se acumulan en el interior de la célula y se acaba liberando SO2 al medio. Por otra parte, finalizada la fermentación y durante el reposo del vino, los sulfuros pueden volver a oxidarse a azufre y finalmente a sulfitos. Algunas levaduras son capaces de producir mayor cantidad de SO2 que otras, por lo que las cepas se clasifican en levaduras de baja y alta producción. Actualmente, la mayoría de las levaduras comerciales pueden denominarse de baja producción, ya que sus niveles de SO2 no superan los 20 mg/L.

Existen diversos compuestos autorizados como aditivos alimentarios (se reconocen por estar descriptos con la letra E seguida de un número) que se utilizan para añadir SO2. Estas sustancias permitidas van desde el E220 a E228, y son: dióxido de azufre (E220), sulfito de sodio (E221), bisulfito de sodio (E222), metabisulfito de sodio (E223), metabisulfito de potasio (E224), sulfito de potasio (E225), sulfito de calcio (E226), bisulfito de calcio (E227) y bisulfito de potasio (E228). A nivel enológico, las prácticas autorizadas permiten únicamente la utilización de dióxido de azufre (E220), metabisulfito de potasio (E224) y bisulfito de potasio (E228). Además, sólo durante la fermentación alcohólica, puede emplearse bisulfito de amonio como activador.

Efectos y propiedades

Tres grandes propiedades que se le atribuyen al SO2 son su poder antioxidante, antioxidásico y antimicrobiano. La acción antioxidante se debe al consumo del oxígeno disuelto y del peróxido de hidrógeno que pudiera estar presente y a la reducción de las quinonas a su forma fenólica. El poder antioxidásico se fundamenta en la capacidad del SO2 de inhibir enzimas como la polifenol oxidasa, principal responsable del pardeamiento en el vino. El efecto antimicrobiano se explica por un bloqueo del complejo enzimático de los microorganismos, pudiendo llevar a la inhibición de su crecimiento o incluso la muerte. En general, se considera que el SO2 es más efectivo contra bacterias que contra levaduras, siendo importante su acción frente a bacterias lácticas y levaduras del género Brettanomyces. El SO2 también presenta poder disgregante por su capacidad de romper la pared celular de la piel de la uva, permitiendo una rápida extracción de los componentes al mosto. Para finalizar, el SO2 tiene cierto poder clarificante debido a la capacidad de destruir los coloides protectores de la uva (pectinas, gomas, mucílagos), facilitando la precipitación de las partículas y evitando la formación de turbidez.

Formas químicas del SO2

Todas las propiedades que se adjudican al SO2, dependen fundamentalmente de la concentración y la forma en que éste se encuentre disuelto en el mosto o vino. No todas las formas del SO2 son igual de activas para llevar a cabo sus funciones. Cuando cualesquiera de los aditivos antes nombrados se agregan al mosto o vino, el SO2 reacciona con el agua formando una variedad de sustancias que van a estar en un complejo equilibrio químico.

TABLA 1. Contenidos máximos de SO2 Total (mg/L) permitidos en la UE.
Figura 1. Equilibrio esquemático de las formas químicas del SO2 presentes en el vino.

En la Figura 1, podemos observar en detalle las diferentes formas químicas del SO2. Se pueden entonces distinguir cinco formas para el SO2 en solución: el SO2 Molecular, el ion bisulfito (HSO3-), el ion sulfito (SO3-2) y las formas combinadas del SO2 (el ácido sulfuroso, H2SO3, es demasiado inestable para ser detectado en solución). Las primeras tres formas químicas componen el denominado SO2 Libre, mientras que las dos últimas generan el llamado SO2 Combinado. La suma del SO2 Libre y el combinado da el valor de SO2 Total, que es el parámetro utilizado como referencia en los límites máximos fijados por la legislación.
A estas cinco formas en solución, se le podría agregar el SO2 gaseoso que se encuentra en los espacios de aire de los tanques o en el espacio de cabeza de la botella y que está en equilibrio con el SO2 Molecular. A continuación, describiremos más en detalle cada una de ellas.

SO2 Libre

El SO2 Molecular es el responsable de la acción antiséptica. Se suele considerar que es 20 veces más efectivo que el ion bisulfito en la inhibición de levaduras y 500 veces más en la inhibición de bacterias. Además, posee cierta actividad antioxidante. Por su parte, el ion bisulfito es el principal responsable de la inhibición de la polifenol oxidasa, siendo menor su actividad antioxidante y antimicrobiana. Por último, el ion sulfito es capaz de reaccionar con el oxígeno y el peróxido de hidrógeno disuelto, y por tanto posee cierta capacidad antioxidante. Estas tres formas químicas forman el denominado SO2 Libre, fundamental en el control del vino. La concentración relativa de cada una de las tres formas químicas estará determinada por las constantes químicas de disociación (K1 para el equilibrio entre SO2 Molecular e ion bisulfito y K2 para el equilibrio entre ion bisulfito e ion sulfito) y el valor de pH, por su efecto en la concentración de iones hidrógeno en el medio.

Figura 2. Equilibrio entre las formas químicas del SO2 Libre en función del pH del medio.

Figura 2. Equilibrio entre las formas químicas del SO Libre en función del pH del medio.

La Figura 2 muestra la evolución de la concentración de las diferentes formas según el valor de pH del medio. Se puede observar que a los valores de pH habituales en vino (entre 3 y 4), la forma bisulfito es prácticamente mayoritaria mientras que la forma sulfito es casi despreciable. Por tanto, el pH no influenciará la función antioxidásica. Por otra parte, la presencia de SO2 Molecular, responsable de la actividad antimicrobiana, es mayor a pH más bajos (más ácidos). A modo de ejemplo, a un pH igual a 3, el SO2 Molecular representa el 5,9% mientras que a un pH igual a 4, sólo representa el 0,6%, unas diez veces menos, quedando por tanto muy limitada su acción antiséptica. Una manera rápida de estimar el SO2 Molecular presente en nuestro vino es utilizar tablas que brindan la concentración del mismo en función del pH y del valor de SO2 Libre. Otra manera es utilizar la siguiente fórmula matemática.

Una manera rápida de estimar el SO2 Molecular presente en nuestro vino es utilizar la siguiente fórmula matemática.

En cuanto al nivel de protección antimicrobiana necesaria, se suelen recomendar niveles de 0,5 mg/L de SO2 Molecular para vinos tintos secos, 0,8 mg/L para vinos blancos secos y 2 mg/L para vinos dulces. Tomando en cuenta estos niveles recomendados, en la Tabla 2 puede observarse el nivel de SO2 Libre necesario en función del pH para llegar a ese nivel de protección. 

Tabla 2. Contenido de SO2 Libre (mg/L) necesario para obtener una cierta dosis de SO2 Molecular.

Tabla 2. Contenido de SO2 Libre (mg/L) necesario para obtener una cierta dosis de SO2 Molecular.

Si tomamos como ejemplo un vino blanco seco con pH de 3,20, se necesitarían 21 mg/L de SO2 Libre para obtener la protección necesaria. Si en cambio fuera un vino tinto seco con un pH ligeramente ácido de 3,50 se necesitarían 26 mg/L de SO2 Libre. Si este mismo vino tinto tuviera un pH más elevado, por ejemplo de 3,80, pasarían a ser necesarios 51 mg/L de SO2 Libre, aproximadamente el doble. Y si, por desgracia, el pH fuera de 4, la dosis requerida de SO2 Libre sería de 80 mg/L. Por tanto, puede verse la fuerte influencia del pH en la dosis necesaria para obtener una efectiva protección antimicrobiana.

Todos los cálculos antes hechos están realizados a una temperatura de 20 °C y en un medio totalmente acuoso. Sin embargo, el vino es una mezcla muy compleja de diversas sustancias (agua, alcohol, azúcares, etc.). Podría elevarse el nivel del análisis químico a un modelo más detallado y completo, teniendo en cuenta la influencia de la temperatura, el grado alcohólico y la fuerza iónica sobre el valor de las constantes de disociación K1 y K2, antes nombradas. Existen ecuaciones, de cierta complejidad, que permiten calcular los valores modificados de las constantes en función de la fuerza iónica, la temperatura y la constante dieléctrica del medio (que depende a su vez de la temperatura, la fuerza iónica y la concentración de las diversas sustancias del medio).

Figura 3. Variación del valor de la pK1 en función de la temperatura y el grado alcohólico.

Figura 3. Variación del valor de la pK1 en función de la temperatura y el grado alcohólico.

La Figura 3 muestra una de las gráficas que pueden obtenerse a partir de estos cálculos. La fuerza iónica tiene una correlación negativa con el SO2 Molecular, pero puede considerarse despreciable frente a los efectos de la temperatura y el grado alcohólico. En muchos cálculos, se suele tomar un valor de fuerza iónica constante e igual a 0,038 para todos los vinos y mostos. Por su parte, la temperatura ejerce el mayor efecto: un incremento de la misma eleva el contenido de SO2 Molecular. A modo de ejemplo, un vino de 10° de alcohol y pH igual a 3,30 tendrá un 4% de SO2 Molecular a 20 °C, pero esta proporción se elevará a un 14,3% si la temperatura es de 40 °C. El grado alcohólico por su parte también tiene un efecto positivo en el SO2 Molecular, aunque menor al de la temperatura. Tomando el mismo vino descripto anteriormente a 20°C y pH 3,30, si ahora el nivel de alcohol fuera de 15°, la fracción de SO2 Molecular se elevaría al 4,9%. Existen varias tablas en la normativa OIV-MA-AS323-04C que permiten calcular el nivel de SO2 Molecular, en función del pH del vino, el grado alcohólico, la temperatura y el nivel de SO2 Libre. Como el uso de tablas puede resultar tedioso, existen diversas herramientas online para facilitar el cálculo para adquirir un cierto nivel de protección de SO2 Molecular, en base a los parámetros ya mencionados.

SO2 Combinado

El SO2 Combinado se forma por la combinación química del ion bisulfito con varios compuestos presentes en el mosto o vino. El SO2 Combinado no posee actividad antioxidante y antioxidásica, y su efecto antimicrobiano es casi despreciable. Por tanto, la combinación del SO2 genera una pérdida de beneficios derivados del agregado de cualquiera de los productos autorizados.

Mientras que algunas uniones son muy estables, como la generada con el acetaldehído, otras son relativamente poco estables como las establecidas con azúcares, ácidos cetónicos, ácidos urónicos y antocianos. Si se denomina R al compuesto con el cual el ion bisulfito se une, podemos escribir el equilibrio químico y su correspondiente constante de disociación Kd (notar que es la inversa de la constante de unión).

Si se denomina R al compuesto con el cual el ion bisulfito se une, podemos escribir el equilibrio químico y su correspondiente constante de disociación Kd (notar que es la inversa de la constante de unión).

A través de arreglos matemáticos y conversiones entre el valor del peso molecular del ion bisulfito y el del SO2, se puede obtener la siguiente expresión, que relaciona la forma libre (RL) y la forma combinada (RC) del compuesto químico que se une al ion bisulfito con el valor del SO2 Libre en mg/L.

Expresión, que relaciona la forma libre (RL) y la forma combinada (RC) del compuesto químico que se une al ion bisulfito con el valor del SO2 Libre en mg/L.

Tomando de ejemplo una dosis de 20 mg/L de SO2 Libre, se analiza el efecto del valor de Kd. Si Kd es igual o menor a 3 x 10-6 M, la relación RC/RL toma un valor de 105, es decir existirá casi 100 veces más compuesto químico R en la forma combinada que en la forma libre. Este tipo de uniones generan el SO2 fuertemente combinado. Por otro lado, si Kd es igual o mayor a 3 x 10-2, la relación RC/RL toma un valor de 1/100, es decir existirá casi 100 veces más compuesto químico R en la forma libre que en la combinada. Este tipo de uniones generan el SO2 débilmente combinado. Cuando parte del SO2 Libre se oxida, este tipo de uniones lábiles se rompen para recomponer el equilibrio químico de todas las especies presentes. Por tanto, se puede considerar el SO2 débilmente combinado como una suerte de reserva de SO2 para mantener la protección antioxidante. El mismo análisis puede hacerse para diferentes concentraciones de SO2 Libre y obtener el SO2 Combinado conociendo la concentración del compuesto combinante R, aprovechando que la suma de RC y RL es igual a la concentración del mismo.

Tabla 3. Valores de Kd y concentraciones medias esperadas para compuestos seleccionados.

Tabla 3. Valores de Kd y concentraciones medias esperadas para compuestos seleccionados.

Retomando la ecuación de equilibrio químico, se observa que la capacidad de formar compuestos de combinación con el ion bisulfito dependen de la concentración del compuesto y del valor de la Kd. En la Tabla 3 se detallan los valores de Kd para diferentes compuestos presentes en el vino y las concentraciones normalmente encontradas de los mismos. El acetaldehído presenta un valor muy pequeño de Kd, lo cual implica que más del 99% del mismo estará combinado con el ion bisulfito, siendo uno de los principales responsables del SO2 Combinado. Otros compuestos importantes al analizar la combinación del SO2 son el ácido pirúvico y el ácido 2-oxoglutárico, particularmente presentes en mostos botritizados y vinos dulces. Otros compuestos carbonílicos capaces de combinarse con el ion bisulfito son los azúcares (particularmente, glucosa en mostos y vinos dulces), ácidos urónicos (como el glucurónico y el galacturónico), productos de oxidación de los azúcares (por ej., la 5-oxofructosa) y las lactonas del ácido glucónico. También el ion bisulfito puede combinarse con compuestos fenólicos, principalmente antocianinas, generando una reacción reversible de decoloración del mosto o vino.

Considerando los valores de Kd y las concentraciones normales en el vino, se puede llegar a la conclusión que los principales compuestos que participan en la formación del SO2 Combinado son, en orden de importancia, el acetaldehído (51-76%), el ácido pirúvico (10-18%), el ácido 2-oxoglutárico (7-24%) y el ácido galacturónico (2-11%). En vinos dulces, la glucosa pasa a ser también un parámetro a tener en cuenta (1-2%).

Figura 4. Relación entre el contenido de SO Libre y SO Combinado.

Figura 4. Relación entre el contenido de SO2 Libre y SO2 Combinado.

Finalmente, de la ecuación del equilibrio químico, se deriva que el nivel de SO2 Libre también ejerce influencia sobre la cantidad de ion bisulfito que se combina. Un ejemplo de esta influencia se observa en la Figura 4, construida en base al ácido pirúvico a una concentración de 88 mg/L (10-3 mol/L). La imagen representa una típica curva de saturación. Esto implica que para lograr pasar de 0 a 20 mg/L de SO2 Libre, se sacrificarán 33 mg/L de SO2 Combinado. Sin embargo, para pasar de 20 a 40 mg/L de SO2 Libre, sólo se sacrifica un adicional de 10 mg/L de SO2 Combinado. Esto se debe a que cada vez queda menos combinante disponible en forma libre y el principio de la ley de acción de masas limita la reacción química de combinación.

CONCLUSIONES

La utilización del SO2 en enología es una práctica tradicional y ampliamente difundida. Sin embargo, constantemente surgen advertencias sobre su uso, particularmente teniendo en cuenta los efectos adversos sobre la salud humana. Esto ha obligado a una creciente revisión sobre su empleo y la reducción en las dosis empleadas. Se hace fundamental entonces conocer la química que se esconde detrás del SO2 para poder entender los fenómenos que se producen en el vino y así optimizar las cantidades aplicadas.

El objetivo de este trabajo es intentar aportar un poco de claridad, brindando herramientas sencillas para explicar y describir las diferentes formas químicas del SO2 presentes en el mosto y el vino. En base a este conocimiento, y recordando el rol que cada forma química juega en la protección del vino, se puede prever la dosis necesaria para obtener una adecuada acción antimicrobiana, antioxidante y antioxidásica.

La base para aplicar las herramientas disponibles es una correcta determinación del SO2 en el vino, tanto en su forma libre como total. Desde Tecnología Difusión Ibérica, S.L., estamos siempre al servicio del cliente, brindando diferentes soluciones analíticas para la determinación del SO2, desde valoradores manuales y automáticos basados en el método Ripper hasta reactivos colorimétricos adaptados para analizadores automáticos.

Para mayor información puede ponerse en contacto con nosotros. Disponemos de toda una red comercial desplegada por el territorio nacional.

TDI y la ciencia: una relación duradera

Nubes de palabras resultante de la búsqueda de artículos científicos.

TDI y la ciencia: una relación duradera

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

La relación entre Tecnología Difusión Ibérica y los centros e institutos de investigación y las universidades de gestión pública y privada data de hace mucho tiempo. En los inicios de la empresa, su gerente, Jorge Subirana, supo relacionarse con diferentes universidades de Francia para llevar adelante proyectos pioneros en la analítica enológica.

En 1983, junto a investigadores de la Escuela Nacional de Agricultura de Montpellier (Francia) se desarrolló el Technolyseur, el primer equipo automático para la determinación de la actividad de lacasa en uvas afectadas por Botrytis. Posteriormente, con científicos de la Universidad de Burdeos (Francia), se desarrollaron los métodos colorimétricos de determinación de actividad de lacasa a través de la siringaldazina.

Más recientemente, otro de los hitos de TDI fue la participación de la empresa en el proyecto CENIT Demeter, un consorcio científico-tecnológico formado por 31 grupos de investigación españoles y 26 empresas nacionales vinculadas al sector vitivinícola. Con desarrollo entre los años 2008 a 2011, el principal objetivo del proyecto fue desarrollar estrategias y métodos vitícolas y enológicos para enfrentar el cambio climático y aplicar nuevas tecnologías que permitan mejorar la eficiencia de los procesos resultantes. De especial consideración es la unión de colaboración entre TDI y la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.

Por otra parte, cabe señalar que además de la implicación directa de TDI en proyectos de investigación, desarrollo e innovación, diversos grupos científicos de España y del mundo apuestan a diario por las diferentes soluciones que la empresa ofrece, para llevar adelante sus tareas diarias y expandir así la llamada frontera del conocimiento. Desde TDI, se aportan diferentes productos como analizadores automáticos, reactivos enzimáticos y colorimétricos y analizadores de espectrocopía infrarroja, que facilitan y automatizan las tareas dedicadas al análisis de los mostos y vinos obtenidos por los científicos.

Los productos de TDI ayudan a la ciencia

En este artículo nos proponemos, repasar y dar un vistazo rápido de la cantidad y calidad de trabajos científicos que se han publicado gracias al esfuerzo personal de los integrantes del sistema de ciencia y la ayuda dada por nuestros productos.

Empleando los buscadores disponibles en las bases de datos de artículos científicos y técnicos más conocidas, fue posible encontrar un total de 67 artículos originales en los cuales se emplea al menos una de las soluciones que TDI comercializa. Estos artículos se trabajaron con herramientas de text mining: programas automatizados que permiten “leer” los artículos y así facilitar su análisis textual. Fue posible entonces encontrar cuáles son los temas en los que más se ha trabajado en estos grupos de investigación.

Nubes de palabras resultante de la búsqueda de artículos científicos.

Figura 1: Nubes de palabras resultante de la búsqueda de artículos científicos.

La Figura 1, por ejemplo, permite visualizar de forma rápida los términos más empleados por los científicos al presentar sus trabajos. De aquí, puede concluirse que la mayoría de los grupos de I+D trabajan en temas relacionados con el análisis de componentes del mosto y del vino, el estudio de diferentes cepas de levaduras, el avance de la fermentación y el estudio de detalles sensoriales. Dentro de estas líneas, cabe destacar en estos trabajos los análisis de la composición en ácidos, el seguimiento de los niveles de azúcares, nitrógenos y acidez en el mosto, todos parámetros para los cuales TDI aporta soluciones muy avanzadas y diversas tecnológicamente.

Distribución mundial del origen de los artículos científicos.

Figura 2: Distribución mundial del origen de los artículos científicos estudiados.

En un siguiente paso, cuando se estudia el país de origen de los trabajos científicos, se puede obtener la Figura 2, donde se marca claramente la presencia de TDI en varios de los países tradicionalmente productores de vino, tanto del Hemisferio Norte como del Sur. También puede observarse la alta preponderancia de Europa sobre el resto de los países, debido a la tradición que une a TDI con el Viejo Continente.

Distribución a nivel europeo del origen de los artículos científicos estudiados.

Figura 3: Distribución a nivel europeo del origen de los artículos científicos estudiados.

Finalmente, en la Figura 3, podemos ver el desglose de artículos en los distintos países europeos. Aquí se reafirma la fortaleza de la marca TDI en España, su país de origen, pero también se destaca la presencia en otros países como Portugal, Francia e Italia, gracias a la red de distribuidores en Europa.

El 57% de los artículos emplea como herramienta de investigación la espectroscopía IR, mientras que el resto utiliza analizadores automáticos UV-Vis con los respectivos kits enzimáticos.

Distribución de los análisis realizados en equipos de espectrofotometría IR.
Figura 4: Distribución de los análisis realizados en equipos de espectrofotometría IR.

Distribución de los análisis realizados en analizadores automáticos UV-Vis.

Figura 5: Distribución de los análisis realizados en analizadores automáticos UV-Vis.

En lo que respecta al tipo de análisis efectuado, la Figura 4 y la Figura 5 nos brindan más claridad sobre los parámetros que se investigan más usualmente. En los equipos IR, los análisis que más rutinariamente se realizan son los parámetros enológicos básicos de un mosto y/o vino: alcohol, pH, acidez total y acidez volátil. En lo referente a analizadores de tipo UV-Vis, los parámetros que más se analizan son el ácido L-málico y L-láctico, los azúcares (glucosa, fructosa y sacarosa) y el nitrógeno amoniacal, todos parámetros relacionados con el seguimiento tanto de la fermentación alcohólica como de la fermentación maloláctica.

Trabajos realizados por instituciones de renombre mundial

Entre los trabajos analizados, cabe destacar aquellos llevados adelante por instituciones de renombre mundial en la investigación en viticultura y enología como lo son: el Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino de la Universidad de La Rioja (Logroño, España), la Facultad de Enología de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona, España), el Instituto Catalán de la Viña y el Vino (Vilafranca del Penedès, España), el Centro Andaluz de Investigaciones Vitivinícolas (Puerto Real, España), el Australian Wine Research Institute (Adelaida, Australia), el Food and Wine Chemistry Lab de la Universidad de Trás-os-Montes e Alto Douro (Vila Real, Portugal), la Comisión de Viticultura de la Región de Vinos Verdes (Porto, Portugal), la Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago, Chile) y el centro ISVEA (Poggibonsi, Italia).

A todos ellos y al resto de científicos que trabajan para incrementar los conocimientos en este fantástico mundo del vino, desde TDI les agradecemos por la confianza depositada en estos años en nuestros productos, equipos y experiencia en la analítica enológica. En TDI, podrán encontrar siempre un proveedor de confianza y un compañero de ruta, que estará a su lado para enfrentar los desafíos actuales.

Botrytis: evolución histórica de su determinación y efectos sobre los trabajos en el mosto

Botrytis

Botrytis: evolución histórica de su determinación y efectos sobre los trabajos en el mosto

Dr. Ing. Mario Ignacio Weibel, responsable I+D+i Tecnología Difusión Ibérica S.L.

Racimo de uvas Riesling afectado por Botrytis.
FOTO: Racimo de uvas Riesling afectado por Botrytis.

Introducción

Luego de un extenso período que va desde la brotación hasta la maduración, llega el momento de la vendimia y de llevar los racimos a la bodega. Ya en la recepción, los encargados analizarán los parámetros necesarios para determinar la madurez tecnológica y fenólica de la uva y su estado sanitario. Una buena materia prima de partida asegura una alta calidad del producto final, lo cual permite tener mayor competitividad y mejores precios en un contexto altamente desafiante tanto a nivel nacional como internacional.

Actualmente, el nivel de contaminación por Botrytis es el criterio determinante para evaluar la calidad sanitaria de la materia prima. Según estudios, esta infección generada por el hongo B. cinerea, puede producir un 60-70% de merma en el rendimiento de la viña y pérdidas que rozan los 1.000 millones de dólares en toda la cadena vitivinícola. Existen dos períodos de riesgo donde la viña es más susceptible a la infección. El primero es durante la floración, cuando las partes más susceptibles de la flor son atacadas por el patógeno que ha sobrevivido al invierno en la viña en estructuras momificadas. El segundo período es durante la maduración, cuando debido a los procesos físico-químicos que se producen dentro de la uva y que modifican la composición de la misma, la piel se vuelve más sensible a infecciones externas y se dan también las condiciones necesarias para que se reanude la infección que se encontraba en estado latente desde la floración. Las condiciones que maximizan el riesgo de infección son: climas cálidos (18-30 °C), alta humedad, poca circulación de aire, infecciones previas en la viña, follaje muy denso, y la susceptibilidad propia de cada variedad de uva a la infección.

Evolución histórica de la determinación del nivel de infección

Históricamente, la Botrytis se determinaba por simple inspección visual, cuando el hongo ya se encontraba en una fase avanzada de desarrollo externo y la uva había visto afectada su calidad de manera parcial. La objetividad y el tamaño de muestra necesario para una determinación precisa del nivel de infección eran fuertes puntos en contra de esta modalidad.

Gracias al avance en el estudio del metabolismo de la enfermedad, en 1973 se publicó la primera descripción de la enzima lacasa de B. cinerea. Esta enzima, secretada por diversas familias de hongos, facilita la oxidación de los compuestos fenólicos de la uva generando productos que modifican el color de los vinos. Para medir la actividad enzimática de la lacasa se desarrollaron dos tipos de métodos: polarográficos y colorimétricos.

Hacia 1983, un equipo de investigadores de la Escuela Nacional de Agricultura de Montpellier junto a expertos de TDF-TDI desarrollaron el Technolyseur 2000. Este analizador medía la velocidad de consumo de oxígeno por la actividad de la lacasa, usando técnicas de polarografía. Una muestra de mosto sin filtrar se mezclaba con un reactivo que contenía sustrato fenólico específico y un inhibidor de tirosinasa, una enzima también presente en la uva y que interfiere en la determinación. Los resultados podían obtenerse en 3-4 minutos. Sin embargo, el equipo carecía de la robustez necesaria para trabajar en recepción y tenía muy poca sensibilidad. Hacia finales de esa misma década, comenzó a comercializarse bajo el nombre de Raisytis©.

Métodos polarográficos para determinar lacasa
IMAGEN: Métodos polarográficos para determinar lacasa. Izquierda: esquema del Technolyseur. Derecha: imagen del Raisitys©.

Los métodos colorimétricos para la determinación de la actividad de lacasa comenzaron a investigarse en 1974. Sin embargo, no fue hasta 1984 que un grupo de investigadores de la Universidad de Burdeos desarrolló un procedimiento basado en el uso de la siringaldazina, sustrato fenólico específico y estable a la oxidación. En presencia de la lacasa, la siringaldazina se oxida generando una quinona de color rosado que puede cuantificarse por espectrofotometría.

Métodos colorimétricos para determinar lacasa.
FOTO: Métodos colorimétricos para determinar lacasa. Izquierda: Botrytest©. Derecha: imagen del Botrymat©.

Si bien, la sensibilidad del método es 10 veces superior al polarográfico, se requería un pretratamiento del mosto para eliminar compuestos fenólicos y el sulfito presente. Este método daba resultados en 10 minutos si se usaban técnicas manuales. Entre finales de la década de 1980 e inicios de 1990, surgieron reactivos pronto al uso (Botrytest©, Botrykit©) y analizadores automáticos (Botrymat©) de la firma BioSerae, con los cuales el tiempo de análisis se reducía a 2 minutos.


Glucónico Xpress
FOTO: Glucónico Xpress, un desarrollo exclusivo de TDI, para brindar los resultados más precisos y rápidos del mercado.

En 1995, TDI comienza a promover la utilización del ácido glucónico presente en la uva como parámetro de calidad. Mediante la enzima glucosa oxidasa, B. cinerea convierte la glucosa presente en la uva en ácido glucónico. Aunque este metabolito no presenta una relación lineal con el grado de desarrollo del hongo, sí pueden identificarse dos etapas: una primera etapa de desarrollo del hongo en la cual el ácido glucónico es utilizado para el crecimiento del organismo, y una fase de desarrollo externo del hongo donde comienza a acumularse el metabolito. La detección del nivel de ácido glucónico se puede llevar a cabo por diversos métodos.

Los métodos enzimáticos permiten la determinación del analito a través del empleo de reactivos que contienen enzimas específicas y selectivas. La reacción química puede monitorizarse por espectrofotometría visible. La aparición en el mercado de los analizadores automáticos dotó a estos métodos sumamente fiables de la rapidez necesaria en recepción, si bien los tiempos de determinación rondan los 10 minutos. Fruto del trabajo llevado a cabo en TDI en la optimización de los reactivos y las técnicas de medida, se pudieron rebajar los tiempos de análisis a 3-4 minutos, con una imprecisión en los resultados de ±50 mg/L de glucónico.

Sobre el año 2000, llegan al mercado métodos basados en espectroscopía infrarroja (FTIR), que utilizan la interacción existente entre la radiación y la muestra, en conjunto con potentes técnicas de quimiometría. Aunque la imprecisión en los resultados es de ±150 mg/L de glucónico, su principal ventaja es el tiempo de análsis: 90 segundos, incluyendo filtrado de la muestra. La experiencia ha demostrado que para poder utilizar correctamente esta técnica es necesario medir el glucónico de manera directa con su propia base de datos, lo más amplia posible y que se actualice campaña a campaña, para poder tener una buena calibración y ajuste del método.

Desde 2010, se comercializan biosensores que permiten detectar el ácido glucónico, combinando una enzima específica con la medición amperométrica de la reacción. Estos equipos emplean un biotest, con la enzima inmovilizada. Cada biotest contiene 50 o 100 determinaciones y requiere una hidratación previa de 12 horas y una calibración al inicio de su uso. La imprecisión es de ±100 mg/L, con tiempos de análisis de 5 minutos y un coste relativamente elevado.

Finalmente, en años recientes, se han desarrollado tests para la determinación del número de unidades del patógeno en la uva, utilizando una técnica de diagnóstico molecular denominada PCR. Esta técnica, altamente específica y tristemente famosa por la reciente pandemia de CoViD-19, reemplaza al control biológico tradicional por rapidez, pero su costo y velocidad de análisis la hace imposible de practicar en recepción.

Efectos sobre la composición y trabajos del mosto

La gama más moderna de soluciones analíticas ofrecida por TDI.
Toda la literatura, si bien a veces es contradictoria, permite asegurar que la Botrytis produce severos efectos de modificación de la composición química de la uva y, en consecuencia, del mosto que se obtiene de ella.

Como ya se ha expuesto anteriormente, uno de los principales metabolitos de la actividad del patógeno es el ácido glucónico. El glucónico puede ser producido tanto por B. cinérea, como por las bacterias y hongos responsables de la podredumbre ácida. Esto hace que los niveles de glucónico puedan ser indicador del nivel de infección por Botrytis y por otros microorganismos. A nivel mundial, la Organización Internacional del Vino y la Viña, recomienda niveles de glucónico presente en mosto inferiores a 1 g/L. Sin embargo, tanto en Castilla La Mancha como en la D.O. Cava, se reduce este límite a a 0,6 g/L; mientras que en Australia los niveles considerados óptimos son los menores a 0,3 g/L. Si bien es un gran indicador de Botrytis, el ácido glucónico no tiene mayores efectos en el procesamiento del mosto, aunque en concentraciones elevadas puede afectar su sabor.

Otro metabolito producido en etapas tempranas de la infección por Botrytis es el glicerol. Su concentración puede arribar al orden de 5-7 g/L y se mantiene aproximadamente sin cambios. Si tenemos en cuenta que el nivel de ácido glucónico aumenta con el desarrollo de la infección, la relación glicerol/glucónico será un importante indicador de la edad de la enfermedad. Cuanto menor sea, más avanzada estará la infección.

Como se nombró anteriormente, la lacasa es una exoenzima producida por B. cinerea, cuya principal acción es la oxidación de los compuestos fenólicos presentes en el mosto lo cual lleva a la alteración del color del vino por pardeamiento. Esta enzima es resistente al alcohol e insensible al tratamiento con sulfitos, aunque éstos pueden servir como medida preventiva para eliminar el oxígeno interviniente en la producción de las reacciones indeseables. También los taninos ecológicos han mostrado acción frente a la lacasa. Sin embargo, su eliminación por clarificación con bentonita no ha demostrado ser eficaz. El único tratamiento que asegura la eliminación de la lacasa es la termovinificación, utilizando temperaturas del orden de 75 °C durante al menos 2 minutos.

Un efecto importante de la presencia de Botrytis es el consumo de azúcares necesarios para el metabolismo del hongo. Así, se observa una reducción del nivel de azúcares disponibles para la fermentación, principalmente de glucosa, lo cual eleva la relación fructosa/glucosa. Este parámetro es particularmente importante a la hora de elegir las cepas apropiadas que se utilizarán para llevar adelante el proceso fermentativo.

El contenido de ácidos totales en un mosto afectado por Botrytis se ve reducido, principalmente por la disminución de la cantidad de ácido málico y ácido tartárico, pudiendo llegar a ser de hasta el 50-70%. Esta baja de la acidez total, produce un aumento concomitante del pH, aumentando así el riesgo microbiológico por contaminación con bacterias acéticas y lácticas. Otro efecto del metabolismo es el aumento en la producción de ácido pirúvico y 2-cetoglutárico, compuestos altamente influyentes al momento de calcular la adición de sulfitos, por su poder de combinación con el dióxido de azufre (se estima que el efecto de combinado de ambos ácidos podría ser responsable de hasta un 40% del sulfito combinado presente en el mosto).

El patógeno, debido a su propio metabolismo, requiere de nutrientes, los cuales toma del mosto. Esto provocará una reducción del nitrógeno fácilmente asimilable por las levaduras, en particular de aminoácidos (entre un 6-70%). Además, en forma particular, se reducen las cantidades de vitaminas B1 (tiamina) y B6 (piridoxina), factores de desarrollo fundamentales para las levaduras. Por tanto, para tener una velocidad de fermentación adecuada se requerirá la complementación con fuentes de nitrógeno orgánicas y tiamina, junto a la selección de cepas resistentes y con menor requerimiento nutricional.

Una de las principales consecuencias de la Botrytis sobre la procesabilidad del mosto, es la producción de polisacáridos, pertenecientes a dos grandes grupos. El primer grupo, son los polímeros de manosa y galactosa, que por inhibición de las levaduras conducen a un aumento de los niveles de acético y glicerol durante la fermentación. El segundo grupo, más importante por sus consecuencias prácticas, son los polímeros de glucosa denominados glucanos. Estas moléculas de alto peso molecular aumentan la viscosidad del mosto y generan problemas en los filtros debido a su acción colmatante y a la baja solubilidad que presentan en soluciones alcohólicas. Su presencia en el mosto puede determinarse a través de una sencilla prueba, complementaria a la determinación del índice de colmatación.

Una característica negativa de los vinos elaborados con uvas afectadas por Botrytis es la aparición de aromas a hongo y tierra, debidos a la producción de compuestos como sotolón y 1-octen-3-ol.

En vinos blancos, se ha asociado la formación de precipitados de mucato cálcico después del embotellado, a la producción de ácido múcico en niveles superiores a 0,1 g/L durante el proceso de infección del hongo.

Un problema importante para los productores de vino base de espumantes y cava, es la secreción de proteasas al medio por parte del hongo. Estas enzimas degradan las proteínas y, estudios recientes, han demostrado que puede afectar la formación y estabilidad de la espuma en la copa.

También puede enumerarse como inconveniente, la producción de compuestos antibióticos por parte del hongo, fundamentalmente la botricina, que actúa como inhibidor del crecimiento de las levaduras.

Finalmente, no debe dejar de nombrarse que la Botrytis puede actuar como puerta de entrada para otro tipo de microorganismos como gluconobacterias y acetobacterias, que generarán niveles crecientes de glicerol y ácido acético en el mosto, proporcionando cualidades negativas al vino que se obtendrá.

Conclusiones

El estudio y caracterización de los cambios físico-químicos producidos en el mosto por la infección con Botrytis ha permitido tener herramientas disponibles para llevar adelante la vinificación del mosto de manera de obtener un producto de la más alta calidad posible. Estas herramientas están hoy a disposición de los técnicos y enólogos.

Sin embargo, para poder utilizar esas herramientas, es necesario disponer de información precisa y adecuada, a fin de tomar las precauciones y acciones correctivas necesarias.

La única manera de estar informados adecuadamente, es a través de la analítica en el momento de la recepción en bodega. Un plan analítico completo debería tener en cuenta la determinación de parámetros fundamentales como ácido glucónico, glicerol, ácido acético, nitrógeno amoniacal, nitrógenos alfa-amínico, glucanos, índice de colmatación y control microbiológico.

Para la mayoría de estos parámetros, Tecnología Difusión Ibérica S.L. ofrece las soluciones más innovadoras y modernas y a medida de sus necesidades y posibilidades.

Novedades de TDI en ENOMAQ 2023

ENOMAQ 2023 del 14 al 17 de febrero de 2023

Novedades de TDI en ENOMAQ 2023

Foto del producto Miura Micro de TDI

NOVEDAD EN ENOMAQ 2023: MIURA MICRO

Tecnología Difusión Ibérica (TDI) presenta en Enomaq 2023 su Miura Micro, el analizador automático y multiparamétrico en enología de mejor relación calidad-precio del mercado. Además, combina la precisión necesaria para los análisis indispensables con un tamaño compacto y un precio accesible para todo tipo de bodegas, incluso las más pequeñas.

Pensado y diseñado para ser un equipo de funcionamiento automático sin supervisión, sus 24 posiciones para muestras y reactivos permiten determinar los múltiples parámetros requeridos. Además, este equipo ha sido concebido para ser prácticamente libre de mantenimiento, gracias a sus 72 cubetas desechables.

La posibilidad de trabajar en forma precisa con volúmenes del orden de los cientos de microlitros, permite generar un ahorro de hasta 10 veces respecto al espectrofotómetro tradicional.

Cada equipo se entrega con todos los parámetros analíticos ya programados, permitiendo hacer uso de la gama de reactivos propios TDI, todos ellos de una estabilidad certificada y con las mejores prestaciones del mercado.

Foto del producto Miura 200 2 brazos de TDI

NOVEDAD EN ENOMAQ 2023: MIURA 200 2 BRAZOS

Miura 200 2 Brazos es otra de las grandes novedades que Tecnología Difusión Ibérica (TDI) ha venido comercializando recientemente.

Basado en el exitoso Miura 200, este equipo cuenta con un segundo brazo robotizado que permite agilizar la toma de muestra y reactivos, aportando mayor velocidad de análisis, sin perder la precisión. Con un sistema de distribución rotatorio, es capaz de realizar 220 análisis/hora con 44 posiciones para reactivos refrigerados y 50 posiciones para muestras con recarga ilimitada. Ideal para aquellas bodegas con una alta demanda analítica.

La estación de lavado automático de cubetas de reacción y lectura permite ofrecer un rendimiento constante aún en las situaciones de mayor demanda y reduce al mínimo el costo de reposición de las cubetas.

El Miura 200 2 Brazos se puede utilizar para análisis de tipo enzimático, colorimétrico y turbidimétrico de todo tipo de muestras de vinos y mostos.

El analizador se entrega con todos los parámetros analíticos ya programados y con reactivos pronto al uso.

Foto del producto Ebullómetro Automático de TDI

NOVEDAD ABSOLUTA: EBULLÓMETRO AUTOMÁTICO

Un equipo sencillo y práctico concebido para determinar en forma totalmente automática el contenido de alcohol en un sólo clic.
Con sólo presionar un botón, el equipo controla la potencia de calentamiento, mide la presión atmosférica para realizar las correcciones necesarias (sin necesidad de discos o tablas) y determina la temperatura del punto de ebullición para el dar el resultado en grado alcohólico.

Es práctico porque sus medidas permiten que pueda ser instalado en un mínimo espacio dentro del laboratorio. Es económico porque no requiere reactivos ni consumibles de ningún tipo y la inversión inicial es relativamente baja. Y es flexible, porque permite tener más de una calibración según sea el tipo de vino: seco, semiseco, semidulce, dulce, etc.

Si tiene una necesidad analítica y desea saber cómo resolverla, no dude en comunicarse con nosotros vía correo electrónico (info@t-d-i.es), o bien a través de la web www.tdianalizadores.com o de nuestras redes sociales, y juntos encontraremos la mejor solución.

Visítenos en ENOMAQ del 14 al 17 de febrero de 2023, Pabellón 4, Calle C-D, Stand 19-22, Feria de Zaragoza.